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GRACIAS CONVOCA.

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Julio 6, 7 y 8 del 2016

 Marta Susana Prieto

 En Gracias, Lempira, algo distinto flota en el ambiente. La gente se contagia entre la majestuosidad de los antiguos monumentos: la Iglesia de San Marcos cobra vida en conferencias y conversatorios sobre diversos temas; bellas mujeres exhiben las creaciones actuales de Miguel Chong en el atrio de La Merced; las calizas paredes de Colohete, vibran con la música de Bach salida del virtuoso violín de Tomás Fajardo. En Casa Galeano se exhiben expresiones pictóricas jóvenes mientras en la fortaleza de Gracias, “el castillo”, siguen sorprendiendo las maravillas artísticas de Miguel Angel Ruiz Matute. En el Kandil, resuenan las tonadas de 100 años interpretadas por jóvenes de hoy, iluminados, inspirados, con maestría expresándose por igual entre manifestaciones viejas y nuevas: la trova y el jazz, música techno y baladas de hace mucho tiempo.

Se filtran por las calles, proviniendo de los distintos hospedajes, las esencias del tabaco y del café, del pinol y las choras, traídos por el viento que viene de la cordillera, del omnipresente Celaque. La cumbre cubre de polo a polo el horizonte, ahora accesible gracias al serpenteo de una moderna carretera que se mueve entre pinares. El aire suave que columpia las arboledas, descubre los paisajes, las  cercas de piedra con tocas de hiedra, dejando escuchar, a lo lejos, sonoras cascadas sagradas que son música silvestre entre helechos y madreselvas, entre pisos de tierra y elevados muros de adobe protegidos por techos de tejas.

Y allá, encerrado entre sus cuatro muros, en la vieja casa de sus ancestros, continúa como siempre, Mito,  el artista emblema de Gracias, el poeta de la pintura lenca, creando su obra, ahora rodeado de pupilos que ya no son solamente del pueblo sino de los alrededores, haciendo germinar a niños inspirados que ya hacen sus pininos sobre el lienzo y cuentan en dibujos pequeñas historias que explican su pequeño mundo de infantes.

Los “selfies” y celulares ponen una nota de desconcierto: destacan entre lo antiguo y lo moderno en las manos de la mayoría de los presentes, utilizando el wassap o tomando fotos, ahora que es tan fácil para todos registrar los acontecimientos, para recordarnos que somos actuales, frescos, de hoy. Y a pesar de no ser anticuados sino de tiempo presente, seguimos necesitados del pasado.

Raíces, palabras, sensaciones y pensamientos se mueven alrededor de la lluvia convertida en flores silvestres, como resplandores de la “vibra”: el órgano principal, el motor que mueve a las gentes por todos los rincones: familias enteras vagando con fuego en la mirada, ansiosas a veces y otras veces plácidas, en busca de algo, un no se qué, sin saber exactamente qué es.

Quizá todos rastreamos en el paisaje los refrescos necesarios de la atávica memoria, el indefinido sentido de pertenencia, de grupo, de comunidad, para sustentar la  moderna tribu urbana que somos. Moviéndose como lianas trepadoras en el ansia de la gente, cobra vida la investigación de la siempre renovada y polémica identidad del hondureño: ansiosos de reinventarnos en las diferentes vías de expresión, incesantemente exploramos algo que dé sentido a la vivencia personal y vigencia al mundo de hoy, en el cual nos movemos, por negarnos a que éste sea frío e insustancial.  Deseamos que se manifieste rico y generoso, como es el alma de lo hondureño.

  1. De izquierda a derecha:(Yo), Aleyda Ramírez y Jorge Federico Travieso en el atrio de la Iglesia de San Marcos, conversando sobre Literatura y producción.
  2. Susana Ham, Lilibeth Bandy, Anthony Corbin- y MSP.
  3. En el fabuloso Hotel Casa Celaque: Gabriela Zelaya, Diana y Evelyn, (yo) Bonnie de García y Mariela Guzman.
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Publicado en: En las Noticias
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