Lempira, héroe y símbolo por excelencia de la identidad nacional en Honduras, es el punto de articulación de Memoria de las sombras (2005), la última novela de Marta Susana Prieto, publicada por la editorial Letra Negra y con la que la autora se estrena en el género histórico.
La figura de Lempira ronda a lo largo y ancho de las 312 páginas de esta que es la segunda novela de Prieto, después de Melodía de silencios (1999), sin embargo, la escritora optó por mantener al héroe en una especie de segundo plano, solución similar a la que Mario Vargas Llosa eligiera en su novela La guerra del fin del mundo para el personaje del Consejero.
En esta novela, Prieto nos cuenta la historia de un clan lenca ambientada en 1538, precisamente la época en que llegan los españoles a su territorio y se desata una feroz oposición indígena.
La reconstrucción de la época que la autora realiza es minuciosa, desde el punto de vista histórico, pero aparte debe destacarse la acertada manera en que están perfilados los personajes que conforman el núcleo de la novela: Ikchí, el señor del clan, y su mujer Takaya, sus hijos: la pequeña Ik-chel y sus hermanos mayores Keue-á y Keue- ú, el juez mayor Talure y el enano Mon-ká, hecho que sólo puede atribuirse al conocimiento de primera mano que Marta Susana Prieto ha acumulado durante sus exploraciones por la zona lenca de Honduras.
Idéntica maestría despliega Prieto al construir la trama narrativa, donde las distintas historias se alternan, se van entrelazando hasta alcanzar el clímax. El amor y la guerra, la ternura y la violencia se intercalan, creando una enorme tensión que finalmente llevará al lector –a pasos agigantados- hasta un final cargado de emotividad y tragedia, donde la crueldad de la conquista se ve acrecentada por la inserción de un elemento decisivo: la traición.
Pero en medio de esta visión trágica –y aparte de la connotación épica que adquiere la lucha de los lencas contra el invasor español- Prieto ha marcado su novela con el sello inconfundible del amor. Sí, el amor en sus distintos niveles y extrañas manifestaciones: el amor conyugal que define la relación entre Ikchí y Takaya; el amor filial que ambos despliegan hacia sus hijos; la pasión oscura, reprimida e irrefrenable, del adusto Talure hacia la joven Ikchel; y el amor tornado en franca devoción que le profesa a ésta última el enano contrahecho, Mon-ká, quien luego de que sobrevenga la derrota se convertirá en Ismael, pero mantendrá incólume su cerco protector alrededor de Ikchel, ahora que ambos intentan sobrevivir al holocausto de su pueblo refugiados en un convento de Gracias.
En esta novela Marta Susana Prieto prácticamente nos ha abierto la puerta que conduce a su “habitación propia”, nos ha mostrado el “taller de la escritura” en que fue concebida esta Memoria de las sombras, donde se reconocen tres componentes fundamentales: las fuentes históricas a las que debió acudir para encontrar los elementos que le permitieran ambientar la obra y otorgar la verosimilitud imprescindible a toda novela histórica; la lectura e interiorización del canon de ese género en particular, que le ayudó a estructurar su imaginario narrativo a fin de captar el “aliento de la época”; y, finalmente, la experiencia vital acumulada en su investigación de campo, ardua labor que le llevó -algunas veces a pie y otras a lomo de mula- por los casi impracticables senderos de montaña del área lenca para visitar los sitios mencionados en la novela y para trabar conocimiento con los descendientes de Lempira, el Señor de la Sierra, cuya imagen per- vive con inusitada fortaleza entre su pueblo.
Mención aparte merecen las maravillosas ilustraciones que acompañan esta novela, obra del pintor hondureño Miguel Ángel Ruiz Matute, un elemento más para recomendar la lectura de esta obra excepcional.
Por Mario Gallardo
Fuente: ELAGUILA DEL HUDSON VALLEY
Julio 13 – 26, 2005