Reflexiones. ¿Para qué sirve la Historia?

Sirve para explicarnos el presente, por qué lo que nos rodea es como es y de qué manera ha llegado a serlo. Cuenta lo que es importante y por qué. Nos enseña a valorar lo que debemos y para qué. No lo digo yo. Lo dice Michael Crichton (“Rescate en el tiempo” Plaza & Janes, Barcelona 2.000.)
La historia es el registro de sucesos resguardados en datos que explican los hechos actuales y los procesos por los que se ha llegado a éstos, porque el presente es el resultado del pasado. Nos sirve para conocer las situaciones buenas y malas que fueron construyendo la cultura: nuestra forma de ser, forma de pensar, las costumbres, la historia de nuestro país y de nosotros como ciudadanos. “Para no volver a cometer los mismos errores” dice una trillada pero sabia frase.
¿Historia o no Historia? Dice Nietzche que cuanto más poderosas son las raíces de la naturaleza interior de un hombre, tanto mas apropiado está del pasado, mayor peligro corre de paralizarse y no innovar: la Historia es estática, no evoluciona.
Por esa razón se necesita tanto recordar como olvidar, establecer una frontera que separe la historia anticuaria de la dinámica que sirve para engendrar nueva vida. Heredamos las costumbres de los ancestros, sus creencias religiosas, y a veces, también sus “aberraciones”. El arraigo a ese pueblo, a esa calle, a ese ceibo del traspatio, la niñez, los amigos, es lo único que detiene a la desbandada de pueblos enteros buscando cosas nuevas. En ese sentido, los migrantes se libraron de algo, rompieron con su pasado y se lanzaron a buscar un futuro.
Según Nietzche, quizá necesitemos una pequeña “destrucción” temporal para librarnos del pasado que obstruye el conocimiento. Para ser pensantes, reflexivos, y utilizar lo acontecido como instrumento. Ver la historia no “monumentalmente” sino con sentido crítico.