La cita es en el Centro Cultural Infantil el 2 de junio de 2016, inaugurando la Feria Juniana.
Para muchos resultará extraño su nombre. Resulta poco conocida la identidad de este personaje memorable, descrito por algunos documentos antiguos como El Cacique mercader, que vivió en el Valle de Sula en el Siglo XVI y defendió, con su gente, más de cuarenta pueblos sujetos a él, la conquista del Valle de Sula contra el colonizador español. Poblaciones cuyos nombres actuales registran reminiscencias de su remoto pasado, tal como Choloma, Ticamaya, Naco, Quimistán y Tibombo, para solamente mencionar algunos. Muchos otros se han perdido en la penumbra de los siglos.
Podría pensarse que la conquista en Honduras fue fácil, que no presentó mucha resistencia, pero es todo lo contrario. En el Costo de la Conquista, la antropóloga inglesa Linda Newson estima que en 1524 habían en Honduras más de 600.000 habitantes y diez años después, el país estaba tan despoblado, que escasamente se calculan 60.000 habitantes indígenas. El relator de primera mano, Bernal Díaz del Castillo y la V Carta de Relación de Cortés para su Rey, lo confirman.
La resistencia contra el conquistador español abarcó todo el territorio nacional. De quien más conocemos es del Cacique Lempira, figura más promocionada, con el solo hecho de que nuestra moneda lleve su nombre, para recordarlo constantemente. Sin embargo, no fue el único. Otros pueblos cercanos a Trujillo, como Chapagua y Papayeca, mencionados por Hernán Cortés, fueron liderados por PIZACURA Y MAZATL. En la resistencia Chortí, Copán Galel figuró como líder. Brotes constantes de rebeliones destacaron al sector de Olancho. En el Valle de Sula, existió el indómito Cacique CICUMBA, con una historia muy diferente e importante para comprender mejor el pasado y entender la vocación del valle que habitamos, su dinámica de empresa y actividad, su ubicación geográfica privilegiada, la confluencia de caudalosos ríos, la cercanía de la Costa Norte; su variedad étnica.
Retrocedamos 500 años en el tiempo e imaginemos al Valle de Sula todo selva y río, los imponentes Ulúa y Chamelecón serpenteando entre la sombra de las arboledas. Y de todo aquel entorno de agua y jungla, emergiendo el emporio del cacao, antes de convertirse en el espeso Chocolatl mexica, actualmente el chocolate nuestro, mata exclusiva de un trópico que en forma perfecta conjuga humedad y composición de suelo, balance de madurez y fertilidad que urge el producto de altísima calidad, suficiente para abrirles el camino a los mayas de Yucatán en nuestro suelo.
Una noble casta de mercaderes mexicanos, desde tiempos precolombinos, intercambiaba productos en todo el territorio desde el Valle de México hasta las riberas del Río Ulúa. Empujados por su férrea voluntad desde lejanas tierras, confrontaban selvas, montañas, ciénagas y ríos, arrecifes y corrientes, remando sus intrépidas canoas por el litoral atlántico, adentrándose en nuestro territorio por los ríos Ulúa y Chamelecón. No es aventurado pensar que el chocolate sampedrano fuera codiciado en la mesa del gran emperador mexicano Moctezuma.
Los escritos que facilitaron esta información reposan en el Archivo de Indias y Bibliotecas del extranjero, ahora accesibles gracias al conspicuo internet, donde Google Books los hace disponibles: desde el mencionado Costo de la Conquista, de Linda Newson, hasta cantidad de documentos y libros antiguos que respaldan estas palabras. Gracias a ello, el conocimiento de nuestra historia será más fácil. Persiste, a nivel oficial, la necesidad real que aporte fuerza a la identidad hondureña. El conocimiento errático del pasado, en una difícil identidad como la nuestra, deriva en el escaso protagonismo que proveemos a nuestras etnias en el pasado remoto y al reconocimiento de su papel histórico.
Ahora el Centro Cultural Infantil se empodera de ese aporte importante a la historia y a la identidad del país con esta obra de teatro: CICUMBA, SEÑOR DEL VALLE DE SULA. Reviviendo estas memorias sobre el pasado hondureño, como parte de la apertura de la gran Feria Juniana, el día 2 de junio del 2016, por ser CICUMBA un motivo emblemático de la identidad sampedrana: una ciudad que acoge a todas las culturas, todas las etnias, y es refugio de una fuerte inmigración histórica desde todo el país, como ese millón de población flotante que a diario se dirigen a nuestra ciudad por razones de estudio, de trabajo o de alimento a su espíritu, fundada cuando el Conquistador Pedro de Alvarado y el Cacique Cicumba depusieron las armas para iniciar un nuevo ciclo en el tiempo.
No queremos decir que se inició esa nueva era con el tono lastimero del abatimiento del Cacique Cicumba; hubo un arreglo entre las partes, consumada en el entorno de dos fundaciones emblemáticas: San Pedro de Puerto Caballos y Santiago de Cicumba. Un mensaje nada quejumbroso sino positivo y racional no como derrota sino como hecho histórico, el comienzo de una nueva etapa de desarrollo de nuestra vida como nación.
Las tarjetas de invitación ya están circulando, y se espera que el generoso público sampedrano asista y conozca la historia, además de contribuir voluntariamente con Lps. 100.00 para la presentación, todo a beneficio de el CCI, fondos que serán utilizados para mejorar el edificio y las instalaciones.
Aunque la obra está dirigida al público de todas las edades, su mensaje particular es hacia la juventud hondureña. El CCI de esa manera cumple con su cometido de transmitir valores y principios a nuestros jóvenes además del aprecio que debemos tener por nuestra historia como una manera de empoderarnos de nuestro pasado, atisbando un poquito sobre un pretérito glorioso que nos incumbe, un camino que refuerza la imaginación, visión y conocimiento para determinarnos hacia el futuro. Virtudes todas inherentes al arte, que puede ser al mismo tiempo sana diversión y a la vez abre amplios espacios sobre asuntos más serios, como es el aprecio de nuestra hondureñidad.
Marta Susana Prieto
Vice-Presidenta del CCI.